lunes, 27 de agosto de 2012

Seguir

Y empuñé esa espada llamada supervivencia una vez más. Hace mucho tiempo juré que no me volvería a echar atrás nunca. Se lo prometí. Juré que jamás ningún miedo volvería a dominarme. Que solo yo sería la dueña de mis decisiones y mis objetivos. Se lo prometí. Y le debo tanto...

Así que, seguí adelante. Seguí andando, bajo una eterna tormenta. Una tormenta eléctrica que me advertía de los peligros que me encontraría más adelante. La lluvia me mojaba la piel y me calaba hasta los huesos. Pero no miré atrás, por muy tentador que pudiera resultar. Aunque el pasado me llamara a gritos. Aunque mi subconsciente lo deseaba, pues no haría más que herirme. Pero era tan desolador mirar hacia delante, sin ningún luz ni ningún camino conocido que seguir. Porque lo desconocido da tantísimo miedo...
 
Durante mucho tiempo me protegí con una máscara brillante, hecha de orgullo, soberbia y lágrimas. Era perfecta. Mi arma de doble filo. Con ella era invencible. Yo lo sabía. Los demás lo sabían. ¿Para que molestarse en ir más allá? Los demás sabían lo que yo quería que supieran, y con eso tenían más que suficiente.

Pero un día te das cuenta de que, para ti, no es suficiente. Quieres más. Deseas que llegue alguien capaz de romper esa máscara. Deseas que alguien quiera romperla. Pero has estado tanto tiempo forjando ese artilugio, que sabes de sobras que es casi imposible romperlo. Pese a su construcción, hace falta algo mucho más suave y modesto para destruirla. Y por culpa de la sociedad, te habías convertido en ese tipo de escoria que siempre habías detestado. Alguien que no conocía lo necesario para romper la máscara... Si ni tan siquiera tú lo conoces, ¿cómo esperas que pueda llegar alguien más a destruirla?

Y por fin, ese día llega. Alguien con una gran sonrisa. Y eso es perturbador. ¿Porqué sonríe? Y, apenas te das cuenta, pero una fina grieta aparece en tu perfecta máscara. ¿Cómo? No lo sabes. Pero, empiezas a sonreír tu también. Y ves como esa sonrisa, no desaparece. Y le oyes reír. Una risa que inunda todo el espacio posible. Una risa audaz. Y otra grieta más. Y puede que un día, se te acerque un poco más. Y otra grieta aparecerá. Y con tantas pequeñas grietas, se hace una más grande. Hasta que parte de tu máscara, se cae.

¿Cómo ha podido alguien, surgir de la más absoluta nada, y, con tanta facilidad, hacer eso? ¿Está eso bien? No sabes si te está permitido. Pero... has estado tanto tiempo esperando, que te da igual. Y pedacitos de tu preciosa máscara siguen cayendo hasta que cae del todo. Ahí estás tu, desnuda ante el mundo. Y te das cuenta de que no era para tanto. Que solo tenías miedo de lo desconocido. Pero, ves que hay alguien a tu lado, que está igual de asustado que tú, pero que no se echa atrás, porque empuñáis juntos la misma espada.

Y así, bajo la tormenta, sigues adelante...Pero esta vez, con una de esas sonrisas tranquilizadoras en tu rostro.
Porque lo prometiste. A ti misma. Y te debes tanto...

No hay comentarios:

Publicar un comentario