CAPÍTULO
3
El gimnasio, también conocido como “dojo”, estaba
muy bien equipado. Había una gran sala principal y varias salas
individuales. Podía cogerlas cualquiera, siempre y cuando no hubiera
nadie antes y se utilizaran para entrenarse, claro está. Habían
unas taquillas, unos vestidores y unas duchas. Como que Tryzz y los
hermanos Hanzo entrenaban ahí a menudo, cada uno tenía una taquilla
con su ropa de entrenamiento.
En las salas individuales quedaban registrados los datos
de cada entrenamiento, para que si volvías a ir, pudieras tener un
entrenamiento más personalizado. El dojo estaba prácticamente
vacío. Solo había un par de usuarios con sus armas en la sala
principal, bajo atenta la mirada del profesor de turno y un usuario con su
arma en otra sala individual.
-¡Buenos días, chicos! -dijo el profesor Kruger. Era
el profesor de gimnasia, karate, judo, boxeo, y todo tipo de deportes
de defensa personal que os podáis imaginar. Su aspecto podía dar
algo de miedo, pero nunca haría algo que pudiera poner en peligro a
los estudiantes.
-Buenos días, profesor Kruger -dijeron los tres al
unísono.
-¿Y bien? -dijo el profesor, dirigiendo su mirada al
informe que llevaba Tryzz bajo el brazo.
-¡Un pez gordo! -dijo ella con gran entusiasmo,
extendiéndole el informe.
El profesor leyó un poco el informe por encima para
saber de que iba todo.
-Ya veo... Esforzaos al máximo chicos.
-¡Por supuesto! -dijeron los hermanos Hanzo.
-De hecho, profesor, queríamos pedirle ayuda... -empezó
a hablar la chica de melena azul.
El profesor sonrió y su sonrisa se ensanchó hasta
límites insospechados. Le encantaba ayudar a los alumnos. La sonrisa
despareció al instante y se puso serio.
-¡En 5 minutos os quiero ver en la primera sala
privada! ¡Moveos de una vez!
-¡Sí señor! -dijeron los tres a la vez.
Se fueron a los vestidores (separados para chicos y
chicas) y se cambiaron. Tryzz se puso su ropa de entrenamiento y se
ató su larga melena en una coleta alta. Y esta, a su vez, se la
recogió en lo alto de la cabeza en un sencillo moño.
Los hermanos Hanzo también se pusieron su ropa de
entrenamiento, aunque no sirviera de mucho.
Tal y como había dicho el profesor, en cinco minutos
estuvieron los tres ahí.
Kruger se presentó ante ellos con su ropa de
entrenamiento también y con su arma, Skuld.
-¡Hola chicos! -saludó Skuld, rebosante de su peculiar
felicidad.
Skuld era una gran mujer, en más de un sentido. Era
alta, forzuda, musculosa, esbelta y era tremendamente fuerte. Tenía
el pelo rubio y largo, pero siempre lo llevaba recogido en dos
trenzas.
Nadie diría que ella era un arma. De hecho, podría
hacer trizas a cualquiera sin necesidad de transformarse. Pero cuando
lo hacía, se transformaba en un hacha enorme de la época de los
vikingos. Era una verdadera Valkyria.
-No creáis que me voy a contener solo porque esto sea
un entrenamiento. Mi compañero me ha puesto al corriente. El triple
asesino no es algo para tomarse en broma. Si de verdad queréis
derrotarlo, hay que esforzarse.
Los tres alumnos asintieron.
-Zack, Hans -dijo Tryzz extendiendo sus manos.
-¡A la orden! -dijeron los hermanos Hanzo a la vez.
Dieron un salto y en el aire, empezaron a brillar y a
cambiar de forma. Hans se transformó en la katana dorada de la luz
mientras que Zack en la katana negra de la oscuridad. Tryzz les cogió
mientras caían.
Por su parte, Skuld y el profesor sonrieron. Skuld se
transformó en menos de lo que dura un pestañeo y el profesor la
empuñó de una forma espectacular.
No era momento de dejarse impresionar. Tragaron saliva y
empezó el entrenamiento.
Empezaron a dar vueltas alrededor del gimnasio, sin
dejar de mirarse. Tryzz estaba tremendamente seria, mientras que el
profesor no dejaba de sonreír. Su sonrisa se ensanchó y le tomó
menos de un segundo ponerse al lado de la chica y darle un fuerte hachazo, era muy veloz. Tryzz
apenas tuvo tiempo de levantar a Zack y poder detenerle.
-¡Todavía estáis dormidos! ¡Despertaos de una vez!
-gritó el profesor. Tenía una voz muy profunda.
Dicho esto, empezó una avalancha de ataques por parte de
Skuld, quien, tal y como había dicho, no se contendría por mucho
que fuera un entrenamiento. No sirve de nada si te contienes, porque
tu enemigo no lo hará.
Tryzz empezó a defenderse con los chicos. Pero eso no
era lo que tenía que hacer. Tenía que cambiar las tornas. No puedes
estar toda la vida defendiéndote. Tienes que atacar. Pero no podía
ver ningún punto flaco. Ningún hueco por el que poder meterse.
Habría que cambiar de ángulo.
Corrió hacia una esquina del gimnasio, pero el profesor
la detuvo.
-¿¡Pero que te pasa hoy?! ¡Atácame de una vez!
El profesor tenía razón. No podía tratar de ir a otro
sitio para pillarle por sorpresa. Era imposible. Era veloz, muy
veloz. Pero, en agilidad, le ganaba ella, de eso estaba segura.
Trató de seguir esquivando los ataques uno a uno y se
fijó muy bien en como empuñaba a Skuld. Por fin, tras observar, vio
un hueco por el que poder atacar al profesor. Con Hans en lo alto, le
dio un golpe en el hombro. Consiguió que el profesor retrocediera y
se cubriera la herida. Aprovechando el segundo descuido, volvió a
darle, esta vez en la rodilla. El profesor cojeó y esta vez su
velocidad no le sirvió de nada esta vez. Tryzz saltó en el aire y,
al caer, consiguió poner su pie encima del brazo derecho del
profesor, el que empuñaba a Skuld. Se acabó. Tryzz ganó.
-Bien hecho, chicos. Al final os habéis despertado.
Pero... si creéis que esto acaba aquí... ¡estáis equivocados! -de
un salto se incorporó, dando una fuerte estocada que paró cruzando
a los Hanzo.
-¡Maldita sea! -Tryzz maldijo por lo bajo.
-Vale, escúchame -dijo Hans. -Se acabó la estar a la
defensiva. Ataca sin piedad, él también se cansará.
-Hans tiene razón. ¡Vamos a por él!
Tryzz asintió y trató de igualar su velocidad a la del
profesor. La única manera era cerrar los ojos y escuchar sus pasos y
su respiración. Y eso hizo. Agudizó el oído y pudo oír como
avanzaba el profesor hacia ella. Ajustó sus pasos a los del
profesor. Sincronizó su respiración. Era la única manera de poder
atacarle: siendo uno con él. Cuando se acostumbró a sus pasos, pasó
al ataque. Aún con los ojos cerrados, por la respiración de Kruger,
sabía donde estaba y en que dirección se movía. Empezó a entrelazar
una elegante danza con Hans y Zack, su danza favorita. No dejaba de
atacar. Daba igual donde fuera. Lo importante era atacar. Y escuchar.
Debía escuchar atentamente hacia donde se movían Kruger y Skuld.
Pronto pudo empezar a esquivar y a atacar a la vez. Y entonces si.
Una brecha. Una brecha muy clara. El profesor alzó a Skuld en lo
alto y lo vio muy claro. Le asestó un cabezazo, directamente el
estómago. Ahora si. Cruzó a sus chicos sobre el brazo derecho del
profesor, aprisionándolo. Esta vez, puso el pie sobre el estómago.
Esta vez, si.
-Ríndase. Ya van dos.
El profesor trató de levantarse, pero ella fue más
rápida por una vez y puso a Zack directamente en su cuello, mientras
Hans seguía custodiando a Skuld.
-No quiero hacerle daño de verdad, profesor.
Kruger hizo un gesto de resignamiento. Retiró a los
chicos, que volvieron a su forma humana en cuestión de un segundo.
Skuld también. Levantó a su compañero.
-Bien hecho. Solo tengo una cosa más que decirte...
-añadió Kruger.
Sin que apenas se diera cuenta, le asestó un fuerte
codazo en el estómago a Tryzz, que caía al suelo.
-¡No te confíes hasta que tu enemigo no esté muerto!
¡Buena suerte para esta noche! -dijo mientras se giraba y se iba con
Skuld.
Tryzz se levantó como pudo, ayudada por sus chicos.
Ambos se preocuparon por ella.
-Estoy bien, tranquilos. El entrenamiento ha concluido.
Esta noche, el triple asesino será nuestro.
Los tres asintieron y se fueron a casa.
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