miércoles, 9 de enero de 2013

Soul Hunter: 4


CAPÍTULO 4

Se encaminaron hacía su apartamento con el habitual ritual. En esta ocasión, era más importante que nunca llevarlo acabo. Tryzz necesitaba todo el silencio y tranquilidad del mundo para poder prepararse adecuadamente.
Al llegar a casa, los hermanos Hanzo sabían lo que debían hacer. Sabían que Tryzz era alguien de costumbres, y de ahí no la saques. Sabían que Tryzz subiría a la azotea con la música a todo volumen. Sabían que no bajaría hasta la hora de comer. Y sabían que si la comida no estaba lista cuando ella bajara, se armaría una gorda y no podrían estar en sintonía esa noche.

Tal y como ellos sabían, Tryzz subió a su azotea. Tal y como ellos sabían que haría, puso la música a todo volumen. Lo que ellos no sabían era lo que hacía Tryzz ahí arriba. Y jamás lo sabrían. Era otra de sus manías.
La azotea era su particular refugio, su santuario, por así decirlo. Los Hanzo sabían que nunca debían subir, aunque ella no se lo hubiera dicho nunca. El espacio estaba preparado como una pequeña ciudad. Había paredes y vallas, muros…
La música empezó a sonar y ella empezó a trepar por las vallas, al son de la música. Se abalanzaba contra las paredes solo para poder girar usándolas de apoyo.
Saltos, más saltos, piruetas… Era verdaderamente espectacular verla. Pero nadie la veía. Era su entrenamiento particular. Y si había alguien con ella, no serviría de nada.
Empuñó dos espadas de madera para simular a sus chicos, y empezó a hacer lo mismo de antes. Hacerlo sin espadas era más sencillo, por eso debía hacerlo cuanto más complicado mejor.
Estuvo ahí arriba durante 3 horas…

Por su parte, los hermanos Hanzo se dedicaron a hacer alguna que otra tarea de la casa, sin preocuparse demasiado por la chica de la melena azul.
Al cabo de una hora, mientras se hacía la comida, empezaron a comentar la estrategia de esa noche.
-Hay que atraparlo mientras esté en el callejón, antes de que mate a su siguiente víctima –dijo Zack con su habitual semblante pensativo.
-Habrá que acorralarlo… O hacer que no pueda atacar, pero que tampoco pueda escapar… ¿Me explico? –dijo el rubio mientras se levantaba para atender la comida.
-Me he perdido… ¿A que te refieres? –el moreno estaba confuso.
-Estás espeso, ¿eh hermanito? –se rio Hans. –Es muy simple. Verás, esa bestia es alguien de costumbres, ¿verdad? No podrá matar a nadie si no está en el callejón adecuado o con la víctima adecuada. Hay que localizar a la próxima víctima y ponerla a cubierto… Y luego, crear un señuelo.
Zack se quedó pensativo un rato, mirando al infinito. Su hermano sabía que estaba pensando, así que no le molestó. En determinadas ocasiones, Zack era realmente lento…
Hans casi se había olvidado de su hermano mientras sostenía la cuchara de madera.
-¡CLARO! ¡ERES BRILLANTE HANS!
El pobre rubio dio un bote que hizo que la cuchara saliera volando.
-¡No me des esos sustos, melón! –Hans fue a por la cuchara y le dio un golpe a su hermano con ella con todas sus fuerzas.
-Perdona, me había quedado absorto… -dijo el moreno disculpándose y frotándose la cabeza, menudo golpe le había dado… -Mira, es un plan brillante. Saldremos de aquí una hora antes y custodiaremos la zona. Tendremos ese callejón y los cercanos vigilados. A la primera chica rubia que se acerque, la alejamos de ahí. Y luego… sobre el señuelo…
-Si, tengo que admitir que no había pensado en ello, lo he dicho porque parecía una buena idea, pero no se me ocurre que… -Hans dejó de hablar, el modo en como le miraba su hermano no le gustaba nada. Los ojos del moreno se iluminaron y su hermano supo en qué estaba pensando.
-¡Ah no, eso si que no! ¡Tú alucinas! ¡Ni hablar! –Hans se alejó de ahí con paso decidido.
-Venga, ¡si ha sido idea tuya! –dijo su hermano persiguiéndolo. –Además, yo no puedo hacerlo, ¡no soy rubio!
-Una cosa es atrapar a un asesino, ¿pero travestirme para eso? ¡Tú estás loco!
-Hay que sacrificarse por el equipo, hermanito. Además, solo será un momento, hasta que le tengamos donde queremos… y luego acabamos con él.
Hans le miró escéptico y se encerró en su habitación. Zack sabía que no estaba enfadado, simplemente lo estaba considerando. Se encogió de hombros y fue a la cocina a acabar de hacer la comida.
Hans se cruzo de brazos y piernas sentado en la cama, con los ojos cerrados, pensativo. Su hermano debía estar de coña, ¿verdad? ¿Cómo iba a hacerse pasar por una chica? Era rubio si, pero era musculoso y se veía a la legua que era un chico… Pero… Lo harían de noche, y si Tryzz le ayudaba… Dioses, ¡no! Sacudió la cabeza. Era demasiado vergonzoso. Pero, realmente, era un buen plan, y necesitaban algo para pillar a ese triple asesino…
-¡AAAAAHHH! ¿PORQUÉ A MI? –Hans exhaló un grito que resonó por toda la casa. Se dio un par de cabezazos contra la pared y empezó a revolverse el pelo con las manos mientras se revolvía en la cama, sin saber qué hacer.

Zack, por su parte, terminó de hacer la comida y puso la mesa. Cogió un libro mientras esperaba a que Tryzz bajara a ducharse.
Al cabo de media hora, la escuchó. Bajó y se encaminó a la ducha. Fue una ducha rápida, solo para quitarse el sudor de haber entrenado. Se había recogido el pelo en un moño y ya se había lavado la cabeza esa mañana. En cinco minutos, estaba fuera de la ducha.
Cuando ya se había vestido, la comida estaba en la mesa y los tres sentados alrededor. Los hermanos Hanzo, los cuales podían comunicarse telepáticamente, discutieron si contarle el plan a Tryzz o no. Al final, se lo contaron.
-¡Jajajajajaja! ¡Por todos los dioses, si! ¡Hay que hacerlo! –Tryzz se rio tanto que se cayó de la silla y seguía riéndose a carcajada limpia en el suelo.
-Pero bueno, ¿tú en qué piensas? –dijo Hans enfadado.
-¡En que nunca tuve una hermana pequeña! –dijo Tryzz, arrancando a reír nuevamente. Eso hizo que Zack se riera también.
-¡Venga ya! ¡Callaos, bocazas! ¡¿Es muy fácil reírse si no tenéis que hacerlo vosotros, verdad?!
El moreno y la chica se miraron, tratando de sosegarse. Cuando lo consiguieron, Tryzz habló:
-Bueno, pongámonos serios. Dejando de lado la broma evidente, es un plan brillante. Venga Hans, si esto sale bien, te hago el plato que tu quieras para celebrarlo –dijo Tryzz guiñando un ojo.
El rubio se quedó pensativo. Tryzz cocinaba bien cuando se lo proponía, y solo sería durante un rato, mientras le acorralaban…
-Bueno listillos, ¿y como se supone que vamos a hacerlo? Seré rubio, pero se nota a la legua que soy un chico.
-Oh cielo, ¡nunca subestimes a tita Tryzz! Antes de ser usuaria, he hecho más cosas… ¿No os habéis fijado que tengo un armario enorme en el baño? Pues ahí guardo mis cosillas para hacer magia –dijo Tryzz esbozando una gran sonrisa.
Se encaminaron los tres hacia el cuarto de baño. Hans se sentó en la taza mientras que ella abría el gran armario. Sacó un enorme maletín.
-Lo primero es lo primero. Tienes la piel fatal cielo, ¿te lo he dicho nunca? –Tryzz le puso una especie de turbante, (pues el pelo le tapaba la cara) y empezó a aplicarle potingues.
-Oye oye. Tiene un pase que tú me veas, porque eres tú quien me va a hacer… lo que sea que vayas a hacer. Pero quiero que Zack se largue, esto ya es suficientemente humillante…
-¡No! ¡Yo quiero ver! –dijo el moreno, como un niño que quiere entrar en una tienda de juguetes.
-El rubiales tiene razón nene. Estás disfrutando demasiado con esto. Vete a la cocina y recógela, ¿quieres? –dijo Tryzz en un tono autoritario.
-¡Pero…! –Zack empezó a protestar, pero con ella eso no servía de nada.
-Zack. Recoge la cocina –cuando ponía ese tono, daba miedo.
-S-si… Zack se alejó temblando, realmente daba miedo.
Tryzz suspiró. No quería haber sido tan brusca, pero no le había dejado alternativa. El rubio la miró con aires de culpabilidad y algo preocupado.
-Tranquilo. A él también le prepararé algo que le guste –dijo poniéndole la mano en el hombro.
Tryzz siguió trabajando. Le aplicó un segundo y un tercer potingue, mientras que Hans se limitaba a cerrar los ojos y a dejarla hacer.
-Bueno, esto es otra cosa. Tu piel está muchísimo más fina… Como que te has duchado esta mañana, tendrás el pelo limpio, ¿verdad? –el rubiales asintió. –Pues bien, es la hora de… ¡cha-chán! –dijo toda feliz mientras sacaba algo de la bolsa.
-¿Y esto qué demonios es? –señaló Hans, escéptico.
-Esto, mi buen amigo –dijo ella mientras le quitaba el turbante y le peinaba –se llaman extensiones. Estas en concreto son de cortina, por lo que podremos hacer que parezca que tienes el pelo largo y además, son del mismo tono que tu rubio. Perfecto.
-Oye, ¿por qué tenías extensiones del mismo tono de color que mi pelo?
-Ah, ¡jamás lo sabrás!
Giró a Hans para ponerse detrás de él y se las colocó con unas pinzas que las propias extensiones llevaban. Le volvió a peinar.
-Vaya, ¡menuda señorita!
Hans se miró al espejo con miedo. Vaya. Si alguien le miraba de lejos, si que parecía una chica.
-¡Te dije que no me subestimaras, querido! ¡Tita Tryzz es maga! Pero… tus músculos… se ven demasiado…
Cogió unas vendas del armario y empezó a vendarle los brazos a la par que apretaba las vendas.
-Si las aprieto demasiado dímelo. Tengo que apretarlas lo más fuerte que pueda.
-Tranquila, puedo aguantarlo.
-Tienes suerte de no ser peludo cielo. Si no, tendrías que conocer a mi buena amiga la cera.
La cara de Hans palideció. Si bien no se había depilado antes, sabía muy bien lo que era
Tryzz se marchó para ir a buscar ropa. La suya no le valdría, Tryzz era muy pequeña. Pero seguramente si que le valdría algo de su madre. Si, algo serviría.
Empezó a rebuscar en el armario donde había puesto toda la ropa de sus padres. Vio algo perfecto: Un vestido negro, largo y con mangas, perfecto para la ocasión. Se le encendió la lucecita y cogió un par de cosas más.
-Ya estoy aquí, querido. He encontrado algo que nos va a ir de perlas. Pero antes… -le tiró algo.
-¿Y esto que se supone que es?
-Esto son medias de compresión –dijo ella sonriendo. Y tendrás que aprender a andar con esto… -dijo mientras le enseñaba unos tacones.
El pobre Hans  palideció más todavía. –Debes estar de broma, Tryzz.
-Puede que esté sonriendo, pero te aseguro que hablo muy enserio. Ponte las medias y te enseñaré a andar con tacones.
-Como esto no sirva para pillar al monstruo ese… -dijo con resignación mientras se ponía las medias.
-Verás como le cogemos. Ponte los tacones, venga.
Dejó al rubio mirando a los tacones con cierto asco mientras ella iba a buscar unos suyos.
De camino a su habitación se encontró con su moreno favorito. Sonreía demasiado.
-Primera advertencia, señorito. Una sola risa, una sola burla, y haré que te arrepientas de ser mi arma. ¿Me he explicado bien, Zack Hanzo? –dijo Tryzz empleando su tono más serio y autoritario.
Si Zack ya era pálido, ahora parecía que fuera uno con la pared del pasillo, blanca inmaculada.
-C-claro… N-no hace falta que…
-¿¡ME HE EXPLICADO BIEN?! –alzó un poco la voz.
-Si, Tryzz –el moreno sabía que cuando se ponía así, lo único que podía hacer, era acatar la orden sin chistar.
-Eso pensaba yo –su expresión se relajó y sonrió un poco. –Ve pensando en qué querréis que os prepare. Si esto sale bien, ¡tendremos un festín por todo lo alto! –dijo mientras se alejaba hacía su habitación.
Zack también se relajó y sonrió. Mmm, ¿qué podría pedirle? Algo que le saliera muy bien, algo que hiciera tiempo que no preparaba… Habría que pensarlo bien, ocasiones como esta no se presentan todos los días… Ya lo pensaría luego, lo primero es lo primero.

Por su parte, Hans y Tryzz estaban en uno de los largos pasillos, tratando de enseñar al pobre rubio a andar con uno de esos infernales zapatos de tacón.
-¡Venga querido, no es tan difícil! ¡Fíjate bien! –dijo la chica desde la otra punta del pasillo. Caminó hasta donde estaba el rubio, que ya se había caído un par de veces de bruces.
-Vamos a pensar en otra cosa Tryzz, esto es imposible… -dijo el pobre Hans, que estaba muy cansado.
-Hans Hanzo, he amenazado a tu hermano si llega a reírse, ¡así que súbete a esos zapatos y camina!
Suspiró. Volvió a subirse a esos tacones y se tambaleó. Esta vez, Tryzz se puso delante de él y le cogió las manos, como cuando enseñas a andar a un bebé. Eso dio mejores resultados.
-¡Eso es! ¡Muy bien grandullón! ¡Así se hace! –Tryzz pensó que si le alentaba, le pondría más ganas. Y no se equivocaba. Llegaron al final del pasillo. Se giraron y volvieron a intentarlo. Esta vez, Hans no se tambaleaba tanto, pero todavía sujetaba las manos de la chica. Tras un par más de idas y venidas, el rubio ya no se aguantaba, pero se tambaleaba un poco. A los 15 minutos, caminaba como una persona normal. Y 5 minutos después, ya le pilló el truco a andar con gracia.
-¡Ya lo tienes chico! ¡Estás hecho un crack, Hans! –por fin, tanto practicar había dado sus frutos.
Se quedó practicando unos 5 minutos más, para asegurarse de que de verdad lo haría bien.

Todo estaba en marcha. El señuelo estaba listo, y ella había practicado hasta la saciedad.
-¿Cómo lo lleva? –pregunto Zack, cuando salió del pasillo.
-Más que bien. Ya lo verás luego. Esta noche, el alma de esa bestia será nuestra.
Chocaron las manos. Solo faltaba esperar.

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